A nuestro alrededor las nubes daban paso al bosque profundamente verde, mostrando el panorama mágico del Chocó-Andino. Cargadas de revistas, crayones de todos los colores, papelógrafos y tijeras nos instalamos dentro del cubo de cristal para estar juntas.

Los ojos brillantes de Mari, More, Nulvi, Maribel y Andre al verse reflejadas en las sensaciones de las otras son prueba de que, a pesar de sus diferentes realidades, todas se encuentran en un proceso común y comparten ilusiones, activismos y reflexiones sobre sostenibilidad, justicia socioambiental y lucha contra el extractivismo desde una mirada de mujeres, jóvenes y rurales.

Varias son las opresiones que han afectado y afectan específicamente a las mujeres que cohabitan territorios con un sin número de otras formas de vida, con agua limpia, con suelos llenos de minerales, con árboles de madera centenaria, etc. A lo que en un lenguaje técnico y extractivista se llamaría Recursos Naturales y a lo que ellas llaman Hogar.

Llega la tarde, el olor a café recién filtrado y las ganas de imaginar por un momento el futuro que queremos, se impregna de color. Suena como una tarea fácil “el imaginar”, sin embargo, todas coincidimos en que es la tarea más difícil. A nosotras no se nos ha hecho partícipes de la construcción del futuro, del llamado Progreso. Al contrario, hemos sido encasilladas a labores en función de un sistema que toma decisiones por y para un progreso patriarcal, extractivista y capitalista, un progreso que no es femenino.

Este sistema, que trata a la mujer y a la naturaleza como recurso más no como actor, tiene efectos severos en generaciones y generaciones de mujeres rurales.
Nosotras, necesitamos a veces (cada vez más), esos momentos para ser quienes queremos ser en la imaginación colectiva de nuevas posibilidades. Esta serie de ejercicios y un día en la montaña nos permiten lazos que la ruralidad y la urbanidad demandan para la construcción de otras formas de relacionarnos, es por este motivo que agradecemos a todas las participantes y todas las cuidadoras que por detrás nos dejaron parar el tiempo para reflexionar y soñar.

Diana Troya y Anaís Córdova Páez

 

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